Vocación, ¿vos qué querés ser?

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Nos pasamos la mitad de nuestra niñez jugando a ser. Somos princesas y súper héroes, bomberos, policías, maestros. Nos gustaría trabajar como lo hacen nuestros padres. ¡Queremos ser grandes!

En la adolescencia, muchos entramos en crisis y entre los planteos existenciales que echan por tierra mucho de lo creído hasta ese momento, está el de la vocación. Otra vez el dilema del “querer ser”. ¡Y sí que se convierte en un verdadero tema! Al menos para mí fue así. Recibí opiniones de todos los frentes: desde la perspectiva económica, la social, la laboral y (con un golpe de suerte), la que verdaderamente importaba y que tenía que ver con qué quería ser o hacer.

Personalmente, considero que la vocación es uno de los aspectos más importantes de la vida del ser humano. En mi caso, es el motor que me impulsa; es el susurro que me alienta a pesar de las dificultades del camino. Es el empujón que, en plena bajada, me da más velocidad para seguir hacia la meta y no alejarme. Es la parte más pura de mi ser y que hace que me reconozca cada mañana en lo que hago. Es la satisfacción de haberlo logrado cuando se termina un proyecto y también, la emoción de descubrir que nace uno nuevo.

Es un aprender constante que requiere de mente, cuerpo y alma. Es mirarme al espejo y encontrarme.

Ojalá que muchos puedan dejarse abrazar por su vocación. Que se animen a ir bien adentro, para pararse de frente a lo que hay en su interior y vayan tras eso.

Ojalá que sueñen a lo grande y que les dure mucho tiempo. Que no se apague el motor que los apasiona y luchen… luchen por eso.

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