Ser la correctora elegida

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“¡Hola, Vero! Estoy necesitando una correctora. ¿Cuándo nos podemos llamar? Terminé de escribir y quiero que alguien corrija el texto. Espero tu presupuesto. Presupuesto aprobado, vamos para adelante. ¡Ya terminamos! ¡El libro está en marcha! ¡Gracias!”.

Estos son algunos de los mensajes que intercambiamos con los escritores que acompaño en el proceso de revisión y corrección de sus obras. Desde que era pequeña siento una gran admiración por ellos. En una entrevista que respondí para PLECA, conté que llegué a este campo profesional siguiendo mi vocación; intuía que estaba marcado por la comunicación y los textos. Desde pequeña, la lectura fue muy significativa en mi vida y las palabras, la mejor manera de expresarme.

Lo que más me gusta de ser correctora es que conozco a muchas personas diferentes. Cada vez que leo un libro pienso en el trayecto recorrido que hay detrás de esas páginas. Me imagino los momentos de escritura, el nacimiento de la idea, el esbozo de las primeras líneas. Escribir tiene ese “no sé qué” difícil de expresar con palabras. La hoja está en blanco, latente. La magia se empieza a producir, surge, atraviesa, cala. Por momentos, el silencio es necesario y también, la distancia. En este proceso íntimo y de encuentro, el escritor hace su trabajo para que, luego, nosotros disfrutemos de leer, de compartir, de recomendar y por qué no, de atesorar.

Yo, por mi parte, acompaño a las personas en la etapa de revisar y corregir. Me tomo el tiempo necesario para escucharlos y me interesa que sientan que tenemos puesta la misma camiseta. Además, me encanta que el aprendizaje sea constante.

Soy la mirada objetiva (no te voy a mentir que más de una vez me encariñé con un personaje y sufrí con algún final inesperado). Soy la que lee una y otra vez y busca los errores ortográficos. También, la que acomoda los signos de puntuación y observa cómo va quedando todo. Escribo comentarios al margen y sugerencias con la intención de hacer crecer al texto y que este último paso sea tan importante como el primero.

Estoy ahí, al lado de quien me elige. ¡Somos un equipo! Y agradezco que así me lo hagan sentir y que me den ese lugar. Muchas veces, soy la primera en leer lo que acaban de escribir y ¡me pone feliz! Con el escritor conversamos sobre su idea, leemos, intercambiamos opiniones y conceptos. Nos enviamos archivos y audios. Crecemos mutuamente y vemos crecer la obra. Y en cada trabajo yo pongo mis conocimientos, mi compromiso y, sobre todo, mi corazón.

Por eso, si estás leyendo esto y hace rato que tenés ganas de publicar tus textos, ¡escribime! Podemos empezar a trabajar en la revisión y corrección de tu obra. Nos espera un lindo camino para recorrer a la par.

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