En el tiempo que llevo trabajando como correctora, sé que este es uno de los momentos más felices para vos (tu proyecto está ahí, en su máxima expresión) y, a la vez, es el de mayor incertidumbre.

Tal vez, si mirás para atrás y hacés un repaso mental de todo lo que viviste desde esas primeras líneas hasta la última página, es probable que te encuentres con muchos altibajos y varias situaciones. En ese “mientras tanto” que implica escribir, va pasando la vida y es inevitable que influya en tu día a día. Sabés que hay mucho esfuerzo, amor y pasión en cada trabajo y escribir no es tarea sencilla. Lleva tiempo, varios borradores y un par de tachones.  

Después de estas vivencias que son parte del camino, es momento de dejar descansar el texto para después, releer. ¡Y también, corregir!

¿Por qué es tan importante la relectura?

Porque te permite buscar y encontrar las palabras justas para lo que querés contar.

Porque tenés la posibilidad de pensar y usar más recursos literarios.

Porque podés revisar si los signos de puntuación están empleados correctamente y los verbos, bien conjugados.

Porque te ayuda a identificar si hay palabras repetidas y, en caso de ser necesario, reemplazarlas por sinónimos.

Porque es posible reescribir frases que están un poco confusas.

Porque es el momento en el que analizás cómo está estructurado el texto y si comunica tu objetivo.

Es muy importante que hagas una RELECTURA antes de publicar (ya sea una obra literaria, un trabajo para el cole o la facu, un correo electrónico o un artículo para las redes sociales). Seguramente vas a encontrar algo que podés mejorar y que resuena con lo que querés decir y contar. Y lo mejor de todo es que no tenés por qué hacerlo en soledad. Si ya llegaste a tu última página…¡Podemos trabajar en equipo! Escribime y charlamos.

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Estos son algunos de los mensajes que intercambiamos con los escritores que acompaño en el proceso de revisión y corrección de sus obras. Desde que era pequeña siento una gran admiración por ellos. En una entrevista que respondí para PLECA, conté que llegué a este campo profesional siguiendo mi vocación; intuía que estaba marcado por la comunicación y los textos. Desde pequeña, la lectura fue muy significativa en mi vida y las palabras, la mejor manera de expresarme.

Lo que más me gusta de ser correctora es que conozco a muchas personas diferentes. Cada vez que leo un libro pienso en el trayecto recorrido que hay detrás de esas páginas. Me imagino los momentos de escritura, el nacimiento de la idea, el esbozo de las primeras líneas. Escribir tiene ese “no sé qué” difícil de expresar con palabras. La hoja está en blanco, latente. La magia se empieza a producir, surge, atraviesa, cala. Por momentos, el silencio es necesario y también, la distancia. En este proceso íntimo y de encuentro, el escritor hace su trabajo para que, luego, nosotros disfrutemos de leer, de compartir, de recomendar y por qué no, de atesorar.

Yo, por mi parte, acompaño a las personas en la etapa de revisar y corregir. Me tomo el tiempo necesario para escucharlos y me interesa que sientan que tenemos puesta la misma camiseta. Además, me encanta que el aprendizaje sea constante.

Soy la mirada objetiva (no te voy a mentir que más de una vez me encariñé con un personaje y sufrí con algún final inesperado). Soy la que lee una y otra vez y busca los errores ortográficos. También, la que acomoda los signos de puntuación y observa cómo va quedando todo. Escribo comentarios al margen y sugerencias con la intención de hacer crecer al texto y que este último paso sea tan importante como el primero.

Estoy ahí, al lado de quien me elige. ¡Somos un equipo! Y agradezco que así me lo hagan sentir y que me den ese lugar. Muchas veces, soy la primera en leer lo que acaban de escribir y ¡me pone feliz! Con el escritor conversamos sobre su idea, leemos, intercambiamos opiniones y conceptos. Nos enviamos archivos y audios. Crecemos mutuamente y vemos crecer la obra. Y en cada trabajo yo pongo mis conocimientos, mi compromiso y, sobre todo, mi corazón.

Por eso, si estás leyendo esto y hace rato que tenés ganas de publicar tus textos, ¡escribime! Podemos empezar a trabajar en la revisión y corrección de tu obra. Nos espera un lindo camino para recorrer a la par.

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Una noche, cuando la observaba escribir los nombres de las princesas, pensé en la importancia de las palabras, en ese poder que encierran, en esa magia. Porque sin dudas, despiertan un sinfín de sentimientos. Sirven para el amor y la guerra. Nos hacen tomar posturas. Manifiestan nuestra ideología. Sanan y lastiman. Son memorables. Y otras veces, dignas de olvidar. Están ahí, en la superficie y en las profundidades. Son nuestras; nos pertenecen. Las transformamos; las adecuamos a los contextos. Dejamos de usar algunas; tomamos otras; aprendemos nuevas. Tienen ese “no sé qué” que convierte a la oscuridad en luz y encienden los corazones.

Las palabras son mágicas… anoche lo volví a descubrir. Me lo recordó un hada que está aprendiendo a escribir.

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En la adolescencia, muchos entramos en crisis y entre los planteos existenciales que echan por tierra mucho de lo creído hasta ese momento, está el de la vocación. Otra vez el dilema del “querer ser”. ¡Y sí que se convierte en un verdadero tema! Al menos para mí fue así. Recibí opiniones de todos los frentes: desde la perspectiva económica, la social, la laboral y (con un golpe de suerte), la que verdaderamente importaba y que tenía que ver con qué quería ser o hacer.

Personalmente, considero que la vocación es uno de los aspectos más importantes de la vida del ser humano. En mi caso, es el motor que me impulsa; es el susurro que me alienta a pesar de las dificultades del camino. Es el empujón que, en plena bajada, me da más velocidad para seguir hacia la meta y no alejarme. Es la parte más pura de mi ser y que hace que me reconozca cada mañana en lo que hago. Es la satisfacción de haberlo logrado cuando se termina un proyecto y también, la emoción de descubrir que nace uno nuevo.

Es un aprender constante que requiere de mente, cuerpo y alma. Es mirarme al espejo y encontrarme.

Ojalá que muchos puedan dejarse abrazar por su vocación. Que se animen a ir bien adentro, para pararse de frente a lo que hay en su interior y vayan tras eso.

Ojalá que sueñen a lo grande y que les dure mucho tiempo. Que no se apague el motor que los apasiona y luchen… luchen por eso.

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Estudié la carrera de Comunicación Audiovisual en la Universidad Blas Pascal y me dedico a la revisión y corrección de textos, en especial, textos literarios. Me gusta mucho mi trabajo, leer las historias que otros cuentan y acompañarlos en esta etapa final de su proceso de escritura. Siento admiración y respeto.

Soy curiosa y activa (dicen que desde chiquita ya era así). Mis días se reparten entre mi familia y el trabajo (dos cosas que agradezco y amo). Sigo capacitándome porque aprender y mantenerme en movimiento hace que crezca como profesional. Disfruto de la lectura. ¿Qué leo? ¡De todo! Cada vez que elijo un libro pienso en el camino recorrido que hay detrás de esas páginas. 

Abracé mi vocación con la comunicación y las palabras y acá estoy (desde hace muchos años) trabajando en esto. En mi infancia empecé a escribir. Al principio, lo hacía en un diario íntimo. ¡Las hojas con dibujos y perfume son lo más! ¡Aún las recuerdo! Con el paso del tiempo, la escritura se convirtió en un modo de comunicación y en una herramienta para desarrollarme en el campo laboral, sobre todo, en ese camino que recorro junto a los escritores. Estoy convencida de que las palabras construyen puentes con los demás y que tienen un poder ilimitado. Hay algo que, cuando uno escribe, se enciende. Y hay alguien que cuando lo lee, alimenta esa luz.

Después de la presentación, te invito a que me acompañes en este viaje de lecturas y letras.

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